Aquel último verano, Susanna Herrero

lunes, 15 de julio de 2019

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Título: Aquel último verano (#1 Serie Cabana)
Autora: Susanna Herrero
Género: romántica contemporánea
Editorial: Autopublicada
Sinopsis:
Alex y Priscila se conocieron un verano de color verde y de canciones de los 90, cuando solo tenían ocho y cinco años, él llegó de Londres y se mudó a la casa de enfrente.
Alex y Priscila se dieron su primer beso dos veranos más tarde, flotando en esas aguas que eran parte de su historia.
Alex y Priscila se besaron de verdad cinco veranos después en un juego de la botella y con la noche de San Juan como telón de fondo.
Alex y Priscila vivieron juntos muchísimas aventuras más.
Para ella, Alex era el vecino que le enseñó a contar números y a poner colores a los veranos.
Para él, Priscila era el ángel con zapatos de pompones y lazos extravagantes, la chica ingeniosa y la Reina del Desierto.
Pero entonces sucedió aquello y Priscila huyó al otro lado del océano.
Cuatro años después, Priscila regresa a su pueblo natal para asistir a la boda de uno de sus hermanos.
Regresa a su amado Mediterráneo, al sol y al agua, pero también a… Alex.
Alex, que no quiere saber nada de ella.
Alex, cuyos ojos solo reflejan resentimiento y hostilidad.
Alex, que continúa siendo su marido.
¿Qué fue lo que ocurrió aquel último verano?

Leer a Susanna Herrero se ha convertido en una adicción porque crea personajes principales y secundarios que se entrelazan y tiene multitud de escenas y diálogos que te hacen reír pero también te llenan de tensión que va subiendo hasta explotar. Ya con la escena inédita que nos regaló para la sección la autora presenta podías adivinar que la situación que vivirían Alex y Priscila no sería fácil y que los hermanos de esta serían componentes fundamentales en la trama. He de decir que es uno de los mejores libros que te podrían acompañanr este verano, sobre todo si vas a un destino con agua, porque si algo es esta historia es verano, mar, colores y canciones que te van a recordar inevitablemente a ellos a partir de ahora.

El libro arranca con el regreso de Priscila, acompañada de su amigo, compañero de trabajo y de piso, Jaime, a su pueblo natal desde Boston tras cuatro años de ausencia. Durante este tiempo ha estado trabajando en un periódico donde además de escribir algunos artículos también se encarga de la tira cómica protagonizada por la ardilla Pristy. Empiezas a ver pronto que algo muy grande pasó aquel último verano para que haya estado tanto tiempo fuera y sobre todo para que tenga vetado el nombre de Alex St. Claire a su familia. Con lo que no cuenta es que sus hermanos River, Marcos y Hugo se han hecho muy amigos de su todavía marido, Alex, lo que no hace más que complicar aún más las cosas.

Priscila creció rodeada del amor de su familia y de la protección de sus cuatro hermanos, aunque con Adrián siempre ha tenido una conexión especial. Siempre estaban jugando juntos, cuidaban unos de otros, y el traslado de la familia St.Claire desde Londres para ocupar la casa de al lado no supuso una gran diferencia para ellos, aunque Priscila, desde que vio a Alex, sintió algo dentro de ella especial y que fue creciendo con el tiempo. Una de las cosas que más me han gustado de su historia es que prácticamente solo interactuaban en verano, se llevaban dos años y sus grupos de amigos nunca fueron los mismos, pero los meses en la playa daban para mucho y pasaron de juegos inocentes a la etapa adolescente que supuso un cambio para ambos.

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Por su parte, Alex, vivió una infancia muy distinta porque sus padres eran unos verdaderos adictos al trabajo y su hermano, mucho mayor que él, era quien le cuidaba; desde pequeño sintió una conexión con el agua difícil de explicar y sus dotes para la natación destacaron pronto, lo que le llevó a trabajar duro por alcanzar sus sueños. Sin embargo, esa ausencia tan prolongada de sus padres tuvo sus consecuencias porque Álex no era todo lo seguro de sí mismo que debería, tenía miedos inexplicables que le hacían vulnerable. Por supuesto que no contaba con que cada año que pasaba la vecina de al lado le interesara más y más, haciéndose su relación cada vez más estrecha.

Por supuesto, todo este pasado no tiene nada que ver con cómo se encuentran ahora, ella, dolida por lo que sucedió y por lo que escapó y él resentido por esa huida a la que nunca le encontró una razón de ser y lo más fuerte de todo, siguen casados! Por lo que te preguntas a cada momento cómo han podido llegar hasta ese punto si en el pasado estuvieron tan enamorados como para casarse. En medio de esta situación tan hostil, donde no faltan los diálogos ácidos, los motes que se lanzan para fastidiar al otro, las situaciones tensas y las miradas cargadas de fuertes sentimientos, se encuentran los otros cuatro hermanos Cabana, cada uno con sus problemas que estallarán en el momento más inorportuno y te dejarán con muchas ganas de sus respectivas historias.

El presente lo va a contar Priscila, con algún capítulo intercalado desde la voz de Álex y los maravillosos capítulos de cada verano que pasaron juntos desde que se conocieron que dan perspectiva a toda su historia, aportando canciones de esos veranos, momentos inolvidables juntos, escenarios de ensueño y muchos colores que llenaron la vida de esta pareja, tan joven, hasta que todo se torció. Ir llegando a ese momento álgido es emocionante y aunque desde el principio algo puedes intuir no le quita ni un poquito de tensión.

Sin ninguna duda adentrarte en este familia tan bulliciosa te va a llevar a recorrer con ellos cada rincón que viven en su adolescencia y juventud, ver los primeros pasos de Alex y Priscila, sabiendo cómo están en el presente, solo te hace querer saber más, y por supuesto, detalles cuidados en cada diálogo y pequeñas pistas que solo al final tendrán sentido. Absolutamente recomendable.

Susanna Herrero presenta... Aquel último verano

miércoles, 19 de junio de 2019

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Hola! A las puertas del verano llega la nueva novela de Susanna Herrero. Mañana mismo, 20 de junio, sale a la venta en digital, aunque en papel ya está disponible! Aquí podréis echar un vistazo a cómo son los hermanos de Priscila y lo que es más importante, un atisbo de la relación con Alex...su cuñado!

Esta historia nos promete muchos momentazos y seguro que ya estáis eligiendo hermano Cabana preferido, a que sí? De momento, ahí va esta escena inédita a modo de prólogo del libro. Ya me cuentas luego qué os ha parecido:


¡Hola! Soy Susanna y vengo a presentaros Aquel último verano, la historia de Alex y Priscila. No sabía muy bien cómo enfocar esta presentación, mi cabeza es un poco caos últimamente, así que he dejado que lo hagan ellos: los hermanos de Priscila, que son cuatro y muy habladores, jeje. Esto no es un extracto del libro, es una escena nueva que me acabo de inventar. ¡Espero que la disfrutéis!




Los cuatro hermanos Cabana —River, Marcos, Hugo y Adrián, de mayor a menor— se encontraban dándose un baño en la piscina de la urbanización de sus padres, jugando como niños a pesar de palpar casi todos la treintena (algunos ya la habían dejado atrás), cuando escucharon el sonido inconfundible y discotequero del teléfono de uno de ellos, el de Adrián, la melodía lo delataba:



You're so sexy,

sexy, sexy.

I need your love,

I need no hesitation.



Adrián salió del agua a ritmo ceremonioso, no existía nada en el mundo que fuera capaz de intimidar o meterle prisa al muchacho, y rebuscó el teléfono entre las prendas de ropa tiradas en una de las hamacas amarillas que decoraban el recinto.

—Tíos, es Pris —les dijo a sus hermanos en cuanto vio su nombre en la pantalla del teléfono.

—¡Pues coge! —gritó Marcos—. Al final va a colgar. Qué pánfilo es el tío —masculló hacia River y Hugo.

—¡Pris! —la saludó Adrián con entusiasmo. Adoraba a su hermana como pocas cosas en la vida.

Hola, Adri. ¿Adivina? —Adrián fue a decir algo, pero su hermana no se lo permitió. No dejó de hablar, como de costumbre—. Ya estoy en el aeropuerto.

Los otros tres hermanos Cabana habían salido del agua y acababan de unirse a Adrián. Todos empapados y dejando un reguero de agua a su paso en las baldosas que rodeaban la piscina.

—Pon el altavoz —le dijo River a Adrián.

—Pongo al altavoz —farfulló el chico al teléfono, había un claro mensaje velado tras su tono de voz hacia su hermana: «Luego te llamo y hablamos tú y yo más tranquilos».

—¡Hola, Pris! —vociferaron entonces River, Marcos y Hugo. Marcos, a continuación, le arrebató a su hermano el teléfono de las manos y se dirigió a una de las mesas de jardín que había en el lugar. Se sentó en una de las sillas mientras sus hermanos lo seguían. Adrián rodando los ojos. Qué manía tenía Marcos de acapararlo siempre todo.

—¡Chicos! —Se escuchaba a la pequeña de los Cabana a través del altavoz—. Que dentro de un par de horas me subo a un avión hacia allí. ¡Regreso a casa!

—Estamos deseando verte, Pris —le dijo Hugo, el formal, aunque en el pasado fue un insensato más, como el resto de sus hermanos—. Papá y mamá te están preparando una bienvenida al estilo Cabana.

No veo el momento de llegar.

Espero que hayas metido en la maleta ropa ligera, hace un calor que flipas. Esto no es Boston —indicó Marcos.

—Marcos, Pris ha vivido aquí toda su vida, sabe el calor que hace en pleno mes de junio —le dijo River a Marcos.

—Oye, solo se lo digo por si acaso. La niña se ha vuelto muy Bostiana.

—Bostiana no existe. Es Bostoniana —lo corrigió Hugo.

—Ya lo sé, capullo.

Adrián volvió a rodar los ojos y levantó la cabeza hacia el cielo. Y en esto que vio a alguien que entraba en el recinto de la piscina. Alguien que para él no era muy bienvenido: Alex. El vecino de la casa de enfrente. Le dio una patada en la pierna a Marcos y le indicó con los ojos que mirara hacia la entrada, por nada del mundo quería darle un disgusto a su hermana. Era mejor que se enfrentara a Alex cuando llegara el momento.

Marcos, que a punto estuvo de soltarle un palabra malsonante a su hermano pequeño por el golpetazo que le había asestado, entendió el problema enseguida, lo hizo en cuanto vio a su cuñado acercarse. Se despidió de Priscila sin darle opción ni a ella ni al resto de sus hermanos a que se despidieran.

—Pris, te cuelgo, está empezando a llover. ¡Nos vemos en unas horas! ¡Te queremos! Adiós.

—¿Llover? Pero si ahí no llueve nunc…

Colgó.

—Pero ¿qué haces? —le dijo River.

—Hola, Marc. Hola, tíos.

Los dos hermanos Cabana, River y Hugo, que no habían entendido el movimiento repentino de Marcos, lo captaron al momento. Vale. Alex.

—Hola, Alex —lo saludó Hugo.

—Hombre, ¿qué te trae por aquí? —preguntó Adrián con desdén. Las relaciones con su cuñado no eran demasiado buenas.

—¿Te importa? —le contestó el otro con el mismo desdén, sentándose en la silla vacía junto a Marcos.

—Pues sí. Estábamos hablando con mi hermana y nos has interrumpido.

Alex agrandó los ojos y se tensó al momento. A Adrián lo mismo le daba la reacción de su cuñado, con él no tenía que andarse con pies de plomo con el asunto, puesto que le importaban una mierda sus sentimientos. Si es que los tenía.

—Joder, Adrián —se quejó Marcos tras un resoplido.

—¿Qué? ¿No sabe el cuñadito que Priscila regresa al pueblo?

—El cuñadito lo sabe —expresó Alex con una mezcla entre altanería y desinterés.

—Pues eso.

—Vale —terció Hugo—, no vamos a empezar una discusión ahora. Intentad dominar vuestros impulsos, por favor. Marcos, ¿Cómo van los preparativos de la boda?

Hugo intentaba por todos los medios que Alex y Adrián no discutieran más, no se llevaban nada bien. Pensó que la inminente boda de su hermano, y motivo por el que Priscila regresaba al pueblo, era un tema seguro.

—No me hables de la boda —le dijo Marcos, agobiado—. No me puedo creer que ya esté tan cerca.

River sonrió a causa de los nervios de su hermano.

—Tranquilo, Marcos, va a salir todo de puta madre —le aseguró.

—Claro —terció Adrián—, porque las bodas en esta familia siempre salen de puta madre.

—¿Tengo que sentirme aludido? —inquirió Alex, adelantándose a la réplica que estaba a punto de soltar.

—Tú sabrás —contestó el muchacho.

—Adrián —lo advirtió Marcos.

—Todo esto lo empezó él —respondió Adrián, mirando a su cuñado con mala cara.

—¿Perdona? —le contestó el otro.

—Si no te hubieras mudado a la casa de enfrente, nada de esto habría pasado. Mi hermana seguiría en el pueblo y no tendría que regresar del otro lado del charco.

—Me mude hace como mil años, de hecho, tú aún te meabas en la cama.

—No me meaba en la cama.

—Y tu hermana se fue porque…

—Sé perfectamente por qué se marchó mi hermana —lo interrumpió—. Mejor que tú.

—Mira, eso no te lo voy a negar.

—De puta madre, pues yo me piro —informó Adrián a sus hermanos a la vez que se levantaba de la silla—, voy a llamar a Priscila.

—Acabas de hablar con ella —le dijo Marcos.

—Chúpame un cojón —respondió el otro.

—Yo también me voy —dijo Hugo—, tengo que volver al trabajo.

—Y yo —añadió River.

Los tres hermanos se marcharon. Adrián lo hizo sin más. Cogió su ropa y se dirigió a la salida. River le dio una palmadita en la espalda a su cuñado antes de seguir al pequeño de los Cabana y Hugo le dio un apretón en el hombro.

—Luego hablamos, Alex —le dijo.

—Por cierto. ¡En algún momento tendréis que decirle a vuestra hermana que sois superamiguitos del vecino de las pelotas! —gritó Adrián a sus hermanos desde la distancia—. Creedme, no tiene ni idea.

No hubo réplica, los Cabana desaparecieron por la puerta y Alex y Marcos se quedaron solos.

—Hola —le dijo entonces Marcos con afecto a Alex.

—Joder, Marc —respondió Alex, revolviéndose el pelo con las manos.

—¿Estás preparado? Mi hermana está a punto de llegar.

—No lo sé —dijo, levantando la mirada.

—¿Y eso qué significa?

—¿Qué crees que significa, Marc?

Marcos resopló.

—Que no estás preparado para su regreso. O que estás demasiado preparado. No lo tengo claro.

—Creo que este va a ser un verano movidito.

—Sí, yo también lo presiento.

—Tío, tu hermana regresa al pueblo. Después de cuatro años, tu hermana regresa al pueblo.

Marcos miró a su cuñado y le dio un breve apretón en el hombro, al igual que había hecho Hugo minutos antes.

—Lo sé. Y yo estaré ahí para lo que necesites. Siempre.

—Lo sé. Tu hermana va a arder en cólera cuando se entere de que somos amigos.

—Sí. Y hazme un favor. No se lo escupas a la cara en cuanto encuentres la mínima ocasión. Deja que se lo diga yo.

—No prometo nada.

—Joder, menudo verano nos espera.