Si los monstruos no se van, Elsa García

lunes, 11 de enero de 2021

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Título: Si los monstruos no se van

Autores: Elsa García
Género: romántica contemporánea
Editorial: autopublicado
Sinopsis:
 
En 1999, Emma y Sergio eran dos adolescentes que se vieron por primera vez y ya no pudieron olvidarse. Crecieron enamorándose despacio, entre fiestas, casualidades, horas robadas al destino y letras de Mecano. En 2014, han cambiado los bailes por gritos, las risas por llantos y las melodías por miedos. Lo único que permanece es el amor, aunque han olvidado cómo demostrárselo. Quince años separan dos historias que son, en realidad, solo una: la suya, llena de sonrisas ladeadas, miradas verdes, canciones por bailar y monstruos que vencer.


Cuando ya has leído varias historias de Elsa sabes que habrá emoción y muchos sentimientos a flor de piel, pero lo de Emma y Sergio ha sido brutal. Una relación forjada, en un principio, en instantes casi robados que arraiga y toma una fuerza espectacular, que les va acompañando a lo largo de los años donde viven momentos fabulosos y otros complicados hasta llegar al punto de inflexión de sus vidas donde, Elsa, de nuevo, dota a sus personajes de muchos matices, todos muy realistas, que hacen que les quieras aún más. Esta novela te va a llevar a lo más alto, con la banda sonora de Mecano de fondo, pero también a instantes muy dolorosos. El camino merece mucho la pena.


Emma vive en un pueblecito leonés que ve como en verano su población se multiplica y uno de esos veranos, siendo adolescente, conocerá a Sergio, un par de años mayor y ambos intuirán todo lo que podría ser; sin embargo, sus vidas no pueden cruzarse más allá de esos días de sol y descanso porque Sergio está allí acompañando a un amigo y tendrá que regresar a su casa cuando acabe todo.


En los primeros capítulos del libro es Emma, en primera persona, quien va contando esos encuentros, algunos parecen cosa del destino, porque se van encontrando en distintos momentos de su vida. Ese primer encuentro les suposo una ilusión difícil de olvidar pero siguieron con sus vidas hasta que fueron lo suficientemente autónomos como para empezar algo. Es en esa primera juventud, Sergio estudiando Derecho, y Emma restaurando muebles antiguos, cuando se pueden permitir pensar en ellos siendo una pareja, pero las dificultades no tardarán en aparecer porque aunque a los dos les encanta vivir en una ciudad pequeña, las oportunidades que pudiera tener Sergio en una gran ciudad son inimaginables.

 

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Como te decía, toda la parte del pasado es Emma quien la narra, con un deje nostálgico, enamorado, contando las partes buenas y las no tanto, las diferencias entre ellos, él tan fiestero y ella tan casera, pero cómo se complementaban en todas las facetas porque se querían; cuando llegas a uno de los capítulos de presente y es Sergio quien habla, con rabia, desdén, no puedes más que preguntarte qué ha ocurrido para que aquello tan bonito que tenían haya desembocado en esto y aquí es donde comienza esa nueva etapa que tan a flor de piel narra todos y cada uno de los sentimientos de ambos.


¿Puede el amor ser suficiente? Sergio y Emma tienen que contestar esta pregunta en el momento más difícil de sus vidas, cuando tienen que enfrentar las consecuencias de un instante que cambió el rumbo de sus vidas tal y como las imaginaron. También te decía al principio que todo lo que sienten ambos es muy adecuado y solo tienes que dejarte llevar, reír con ellos cuando toque y sufrir cuando les ves en sus horas más bajas. Y hasta aquí puedo contarte porque como te decía al principio, el viaje acompañándoles es alucinante e ir descubriendo su historia es precioso. Ha sido uno de los primeros libros que he leído este año pero sé que estará entre los mejores de este 2021.


Semana del Libro con Elsa García

sábado, 25 de abril de 2020

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Hola!, ya va quedando menos, la semana del libro está llegando a su fin, pero la entrada de hoy seguro que os arranca una lagrimilla. La visión más personal de Elsa sobre sus chicos, los protagonistas de la serie Somos Agua. En cada línea verás el amor por todos ellos, y podrás vislumbrar lo difícil que fue a veces sacar a relucir su historia.

Los primeros en llegar fueron Hana y Victor en Joder si te quise, después Gabi y Marc en Si no es contigo no es y por último, Malena y Jorge en Eres lluvia aun sin saberlo.

Tres novelas que te harán sentir, en cada página y verlos a ellos viviendo Sanr Jordi en Barcelona es mágico.


Siento sus nervios. Hace meses que no la veo y, sin embargo, aún tengo esa conexión con ella que logra que, si está nerviosa, a mí se me seque la boca. Pero es que en el 2021, Sant Jordi es más importante que nunca para Malena.
Hana, su jefa y mejor amiga, ha pasado un año muy duro tratando de mantener a flote su pequeña librería, esa que Malena considera hogar y que tantas noches de desvelos le ha costado.
Han sido meses difíciles, en los que remontar ha parecido a ratos una utopía y a ratos un imposible, pero ellas nunca han sido mujeres que se rindiesen. Si la vida se tuerce, disfrutan del viaje en montaña rusa.
Joder, son tan fuertes que no puedo evitar sonreír cuando pienso en todo lo que han superado, en todo lo que han crecido.
—Vale, todos lo tenéis claro, ¿no?
Miradlos, ahí colocaditos en la Plaza Cataluña, tan llena de gente que cada dos por tres alguien los empuja un poco para entrar en la jungla que es hoy Las Ramblas.
—Que sí, Mal, cariño —contesta Jorge con el hartazgo llenándole la voz.
—A ver, repetidme lo que tenéis que hacer cada uno.
Marc pone los ojos en blanco ante la insistencia de su hermana, pero comienza a recitar de memoria el plan que la morena ha trazado punto por punto.
—Víctor y yo nos vamos a las casetas del fondo, a las que están por el Mirador de Colón, para echar un ojo a los autores locales y, si vemos alguno que pueda resultar interesante, le hablamos de la posibilidad de hacer una firma en Leer da sueños.
Su toniquete no es el que más gusta a Malena, pero lo da por bueno porque no puede perder más el tiempo con discursos motivacionales que imbuyan a sus amigos su pasión por este día.
—Bien, perfecto. ¿Cuñado?
Gabi levanta la cabeza del móvil en ese momento, donde tiene a medias una partida del Candy Crush, y tiembla un poquito al enfrentarse a la mirada iracunda que le dedica Mal.
—¿Qué? Eeeh… Ilustradores. Eso. Yo busco ilustradores.
—Que para eso es tu campo, correcto.
Malena da una palmada en el aire y fija la vista en su chico, que no necesita ni que le pregunte.
—Yo reparto publicidad de la librería a todo el que me encuentre.
—Pringado. —Gabi intenta disimular la pullita con una tos que no engaña a nadie, pero Malena no ha terminado de repasar el papel de todos, así que deja a los dos niños grandes de su vida dándose empujones mientras se pican con gilipolleces.
Chasquea los dedos frente a los ojos de Hana, perdidos en la inmensidad de puestos que hay a las espaldas de su amiga. Sonríe tanto que Malena se pregunta cómo no le dolerá ya la mandíbula.
—Hana, concéntrate, por Dios.
—Que sí, tía, que sí. Que nosotras vamos a la caza de novedades y autores interesantes. A lo loco —recita su jefa, recolocándose la mochila que cuelga de su hombro.
—Bien. —Malena pega un par de palmadas y da una vuelta sobre sí misma para encarar la feria. —¡Pues al lío, gente!
Cada uno de ellos toma un rumbo distinto, aunque las únicas que parecen ilusionadas de verdad por esto son Malena y Hana.
La primera se pasa dos horas recorriendo la zona de Las Ramblas que le ha tocado. Revisa estantes, apunta títulos y analiza a la competencia. Le hubiese encantado poder estar detrás de un puestecito, atendiendo a clientes y haciendo recomendaciones, pero no consiguieron que el Ayuntamiento les diese un hueco. Son centenares las librerías que lo solicitan y no siempre hay espacio para todas.
Pobre, mi chica parece realmente agotada cuando termina con el trecho que se había autoasignado.
Me encantaría poder cogerla de la muñeca y decirla que tiene que pararse a respirar, que no puede dejar que la ansiedad de los últimos meses le gane la batalla. Ella sabe cómo hacerle frente a la más absoluta de las miserias, así que sé que va a poder con esto, pero las secuelas psicológicas que dejó el coronavirus en ella, cuando la pandemia remitió y la cuarentena cesó, se manifestaron tarde; así que aquí está de nuevo, luchando contra su mente. Y ganándola poco a poco. Como siempre. Como cada vez que la vida lo exija.
Se aparta un poco de la multitud, cruzando de acera y buscando refugio en una pequeña callejuela paralela a donde está. Saca el móvil para ver si alguien ha escrito en el grupo de WhatsApp avisando de que ha terminado con su tarea cuando le parece escuchar la voz de Jorge.
—¡Y una mierda! Es imposible, Gabi. No sé cómo lo haces, pero estás haciendo trampas.
El ceño de Malena se frunce hasta que sus preciosas y pobladas cejas forman casi una línea recta. Se encamina hacia el eco que la risa del novio de su hermano deja tras de sí.
—No seas llorón, macho. Es la sexta partida que echamos y te he pulido en todas. Admite que soy más fuerte que tú y ya está.
No. El oído no la engañaba: su chico y su cuñado están en la puerta de un gimnasio que ha decidido promocionarse colocando en su entrada una de esas atracciones antiguas en las que tienes que golpear una pera de boxeo.
Los mata, sé que los mata.
—Yo os mato.
Lo que yo decía.
Da dos zancadas decididas en su dirección cuando Gabi grita por su vida. O entregando la de otros, más bien.
—¡Marc y Víctor llevan una hora tomando cañas en una terraza dos calles más abajo!
Eso consigue frenar en seco a Malena, aunque el enfado que colorea su cara consigue que su pintalabios rojo pase desapercibido en mitad de la marabunta colorada en la que se ha convertido su rostro.
—¿Qué?
Los dos chicos se quedan mudos de repente, arrepintiéndose de haber arrojado a los leones a sus amigos, aunque saben de sobra que ya no hay marcha atrás.
Malena empieza a caminar deprisa, buscando mesas al sol y a un par de traidores. No le cuesta demasiado localizarlos. Lo cierto es que esos dos destacarían allí donde fuesen, con sus barbas tupidas y esas gafas de sol rollo aviador que logran llevarse media docena de miradas antes de que Mal llegue hasta ellos.
—¡Sois… sois unos…! ¡Aarg! Estoy tan cabreada que no me salen ni las palabras.
—Eh, oye, calma hermanita. Tenemos el número de tres tíos y dos tías que podrían gustaros, y la mitad de ellos ya están convencidos para pasarse la semana que viene por la librería para hablar con vosotras. Somos rápidos, no puedes culparnos por eso.
Malena se fija en los seis vasos vacíos con restos de espuma que descansan frente a esos dos, pero se da por vencida cuando Víctor le tiende un papel con unos cuantos nombres y móviles apuntados.
Se gira hacia Gabi y Jorge, que la ha seguido hasta allí, buscando poder descargar con ellos la mala leche que la ha invadido.
—Yo he hablado con dos ilustradoras. Vale, podía haber hecho más, sí, pero tampoco vamos a fingir que nos sorprendemos porque me haya distraído un ratito. Además, he ayudado a tu chico a colocar toda la publicidad en tiempo récord.
Jorge mueve la cabeza arriba y abajo para confirmar las palabras de su colega, así que a Mal no le queda más remedio que calmarse y pedirles a todos que se marchen de allí para tratar de encontrar a Hana y poder disfrutar un poco del día todos juntos.
—Pues a ver cómo la localizamos entre toda esta peña. Parece que estamos en un Jumaji versión humana —se queja Gabi.
—¿Tenéis un programa de Sant Jordi?
—¿Cómo? —La pregunta de Víctor pilla a Malena a contrapié.
—Un programa, donde vengan las actividades y esas cosas.
Jorge trastea un minuto en su teléfono y se lo tiende con un PDF descargado lleno de horarios, autores y actividades.
—Está en la Plaza Real —afirma el rubio muy seguro de sí mismo después de buscar algo en concreto en la pantalla del móvil de Jorge.
—¿Y tú por qué sabes eso?
—Porque, querida Malena, conozco a mi novia como si la hubiese parido.
Y sin más explicación, se encamina hacia la plazoleta en la que esperan encontrar a la última integrante de su extraña y perfecta familia.
Hana espera en una cola eterna en la que ya solo hay un par de personas por delante de ella, aunque a su espalda los fans se cuentan por decenas. La sonrisa aún sigue perenne en su cara y parece tan nerviosa que da hasta ternura. Sujeta un libro entre las manos, aunque sería más correcto decir que lo abraza, como a un bebé.
Diez minutos después, sale de la fila y, al girarse, ve a sus amigos esperando por ella, así que se encamina a pequeños saltitos ilusionados hacia donde están.
—¡Listo! ¡No me lo puedo creer! Tengo todas, ¡todas! La firma de Matilde Asensi, la de Santiago Posteguillo y la de Almudena Grandes. Joder, estoy que no me lo creo.
—¡¿Llevas dos horas haciendo cola para conseguir que te dediquen novelas?!
—Sí.
Hana lo dice con tal mirada de adoración mientras guarda los libros en su vieja mochila que Malena no se siente con ánimo ni de reñirla.
—Os da igual —susurra—. Os da igual a todos. Se suponía que teníamos que venir aquí para hacer todo lo posible porque Leer da sueños siga remontando, para que no tengamos que cerrar, y os da igual.
Los primeros ríos asoman a sus ojos. Cómo me gustaría poder borrarle esa angustia que hace semanas que no la deja respirar bien… Malena, mi pequeña Malena, tan fuerte y tan frágil.
—Eh, oye, cariño, no.
Hana hace desaparecer el metro que las separa y la abraza con fuerza. Cuando la suelta, los brazos de Jorge sustituyen los de su amiga, sujetándola, convirtiéndose en ancla.
Su olor y su calor siempre la tranquilizan, aunque esta vez es Hana quien la recuerda algo que hoy se la había olvidado, por los nervios, por las ganas de acelerar las cosas, por la necesidad de sentir que todo mejora.
—Malena, lo prometimos. Prometimos no olvidarnos.
Mi pequeña Malena levanta hasta ella sus ojos mojados, que se llenan de comprensión y de recuerdos que duelen pero dan aliento.
—Quedamos en que, cuando aquello acabase y la calma volviese, no dejaríamos que todas las cosas pequeñas cayesen en el olvido; que no habría día que no disfrutásemos ni terraza que dejásemos sin asaltar. Prometimos vivir y dejar a un lado el miedo; disfrutar y disfrutarnos. Juramos que el mundo se nos quedaría pequeño. Y sé que crees que conseguir contactos hoy es importante, pero no, Mal. Lo que sí que es fundamental es marcharnos de aquí llenas de ilusión y de recuerdos bonitos, porque el año pasado ya lloramos por no vivirlo, ya lo echamos demasiado de menos.
Malena deja rodar dos lágrimas por sus mejillas, solitarias y sentidas. No se las limpia, no las esconde. El dolor nunca le pareció algo que disimular. Quien siente, pena a veces.
—Lo prometimos —repite Mal, como un mantra que la recuerda lo que de verdad importa, lo que aún está por llegar.
Hana estira la mano y ella la acepta sin dudar.
—Venga, hay un montón de historias que todavía no hemos vivido. Descubramos algunas.
Los veo alejarse para disiparse entre novelas que todavía no conocen y que consiguen que ellas se pierdan en contraportadas mientras ellos las miran con el mismo cariño infinito que ahora tiñe mi mirada.
Y los disfruto, a todos, como prometí hacerlo hace doce meses, cuando la oscuridad parecía comérselo todo y el fin de las desgracias se vislumbraba lejano. Cuando yo misma me prometí quemar cada hora de todos los días que vendrían; fuera, libres, juntos.
Cojo papel y boli y garabateo una frase que Malena me enseñó hace no tanto, pero que ella a veces parece olvidar. La cuelo deprisa en el bolsillo de la mochila de Hana, donde sé que la encontrarán antes de que acabe el día, solo para recordársela. Solo por si la necesitan.

Es un mal día, no una mala vida.

¿Habéis vivido algún Día del Libro en Barcelona? Os aseguro que pocas cosas pueden comparse a ver cada calle plagada de libros y rosas, una auténtica maravilla. 

Muchas gracias, Elsa García ;)

Eres lluvia aún sin saberlo, Elsa García

miércoles, 5 de febrero de 2020

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Título: Eres lluvia aun sin saberlo (#3 Somos agua)
Autora: Elsa García
Género: romántica contemporánea
Editorial: autopublicado
Sinopsis:
Hace una década, Jorge perdió a Malena. Hace un poco menos, Jorge perdió la mitad de su mundo.Hace una década, Malena perdió a Jorge. Hace un poco menos, Malena se perdió a sí misma.Ellos fueron dos niños que se enamoraron cuando no sabían que, a veces, los miedos pueden más que el amor.Reencontrarse significa volver a un pasado demasiado bonito, en el que los abrazos curaban y los monstruos no tenían piel ni huesos. Reencontrarse quiere decir que tienen una nueva oportunidad para hacer las cosas mejor, aunque sea como amigos. Porque ya no debería existir otra posibilidad. Porque todo aquello quedó superado.A fin de cuentas, nadie conoce al amor de su vida con ocho años.…¿Verdad?“Eres una tormenta de verano que llega y arrasa, que te pilla por sorpresa, que te hace reír y querer correr, todo a la vez. Siempre me haces desear lanzarme a saltar sobre los charcos y dejarme arrastrar a esos años donde todo era más fácil y mejor. Esos donde estabas tú".

He sentido mucho y muchas cosas leyendo esta trilogía de Elsa García. Somos agua es fuerza, confianza ganada paso a paso, es amistad, familia, perseguir sueños, pasar por el peor infierno y alcanzar la mayor felicidad, es crecer y madurar y enamorarse y sufrir... Esta serie es la vida en muchas de sus facetas y me ha encantado tener la oportundiad de leerla e incorporar a la familia literaria estos maravillosos personajes. Sin ninguna duda te recomiendo cada uno de los tres libros que componen la trilogía: Joder si te quise, Si no es contigo, no es y este último libro, la historia de Malena, de la que te voy a hablar ahora mismo, que ayer mismo salió a la venta y que presentaba en el blog hace unos días en la autora presenta.

En el primer libro conocías la historia de Hana y su amistad con Víctor y Gabi, en el segundo, la recuperación emocional de Marc y su segunda oportundiad en la vida y aquí sabrás qué le pasó a Malena, hermana de Marc y su preciosa historia con Jorge, amigos desde siempre gracias a sus hermanos respectivos y cómo la vida les enseña su peor cara antes de darles una oportunidad.

Malena vive en Barcelona y trabaja en la librería de Hana, Leer da sueños; es una joven de la que has ido conociendo pinceladas y sobre la que vas con unas ideas preconcebidas sobre lo que le pudo haber ocurrido; sin embargo, el alcance de su sufrimiento va más allá y te puedo asegurar que es algo que nunca hubieras imaginado. Su reencuentro con Jorge es de lo más accidentado, justo al principio del libro, y la decisión de volver a quedar, retomar el contacto, es inevitable.

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Desde los dos puntos de vista conocerás su historia pasada. Cómo se hicieron amigos porque sus hermanos mayores también comenzaron a ser amigos y más tarde mucho más y cómo van creciendo juntos, dándose cuenta de que los sentimientos de cariño y amistad crecen más de lo que esperaban. Asistir a esos momentos de travesuras, de descubrimiento en la adolescencia, es muy bonito, y cuando dan un paso más allá no puedes imaginar qué pudo pasar para que no siguieran adelante.

Jorge arrastra unos miedos inmensos que le hacen frenar en muchos aspectos de su vida y eso afectó a su relación con Malena, lo que sumado a la mala relación con su familia y la tragedia que vive con respecto a su hermano, se unen para llevarle por un camino de evasión que hace que casi se pierda del todo. Por su parte, Malena, conocerá a alguien que creía que iba a ser un inmejorable compañero y se volverá una de sus peores pesadillas hasta desembocar en el dolor más grande que jamás imaginó que podría sentir.

«Un latido.
Solo uno.
Un poco más fuerte.
Un poco más loco.
Y un viaje al pasado, a uno ya olvidado, que hace daño, que devuelve la ilusión. Que remueve un mundo que se resume en un solo nombre.
— ¿Jorge?»


Como te decía al principio, crees adivinar por dónde puede ir el pasado de Malena, que vas descubriendo porque se lo cuentan el uno al otro para ponerse al día de sus vidas, pero ya te digo que el gran giro es inesperado. Los miedos que tienen que afrontar en el presente pondrán a prueba sus recién desenterrados sentimientos hacia el otro porque lo que tuvieron es imposible de extinguir.

No quiero contarte mucho más porque descubrir la última historia de la serie es especial por todo lo que te hace sentir. Encontrarás a personajes únicos entre estas páginas y sentirás mucho. Trata temas muy difíciles con todo el acierto y la sensibilidad del mundo y con una gran verosimilitud. Te recomiendo mucho esta serie que, aunque cada libro cuenta de forma autoconclusiva la historia de una pareja, es mejor leer en orden. ¿Preparada para sentir? Yo, por mi parte, deseando leer todo lo que salga de la cabecita de la autora.

Elsa García presenta... Eres lluvia aun sin saberlo

jueves, 30 de enero de 2020












Hola! Tengo sentimientos muy encontrados con la presentación de hoy porque tenía muchísimas ganas de que llegara Malena y conocer su historia pero a la vez, eso significaba que terminaría una serie con unos personajes reales, con unas vidas pasadas tan difíciles que era imposible no cogerles cariño y que pasaran a formar parte de eseo libros especiales que siempre recomiendas.

Elsa nos regala una escena con Malena y Jorge y el recuerdo de este último sobre la primera vez que vio a la chica que supondría para él un punto de inflexión en su vida, aunque a su corta edad no podía pensar más allá de los juegos.

En unos días llega la tercera y última parte de la serie Somos agua, pero de momento, esta pareja quiere compartir algunos detalles sobre su historia...



Los veo llegar antes de que ellos me distingan. Ella va un paso por delante, como guiando, decidida, incluso aunque no sepa muy bien de qué va esto. Él… él la sigue y la agarra de la mano, con los labios curvados hacia arriba.

Me pongo de pie para que me vean saludarles y una sonrisa se extiende por la cara de ella. Me parece más sincera de lo que Marc me había comentado. Puede que al fin haya recordado cómo sonreír de verdad.

—Hola —saluda con tiento—. ¿Eres Sara?

—La misma. Tú debes de ser Malena, te reconozco de las fotos que me ha enseñado tu hermano durante las sesiones de terapia que tuvimos juntos.

—Sí, encantada. Él es Jorge.

—De mí estoy seguro de que Marc no te enseñó ninguna foto, ¿eh? —bromea el aludido, aunque detecto una pizca de pena en su voz.

—No, pero sí que he oído hablar de ti. Y muy bien.

—Ah, ¿sí? —Ahí está, la ilusión por ser parte de esa familia que Marc me describió ya hace tiempo.

—Claro. Pero sentaros, por favor.

Llamo al camarero para que ellos puedan pedir algo de beber mientras yo le doy un sorbo a mi tinto de verano.

—Eeeh, claro. Bueno, y… ¿cómo va esto? —Me hace gracia lo expresiva que es Malena. Trata de parecer segura, pero se la notan los nervios a kilómetros—. Es que Gabi solo nos dijo que viniésemos, que eras muy maja y que nos lo íbamos a pasar bien.

—Pues podéis contarme lo que queráis. Solo quiero conoceros un poco mejor. Sé que os conocéis desde niños, ¿no?

—Sí. Desde que yo tenía siete y él ocho.

—Vamos, desde un poco más que siempre. Éramos los mejores amigos del mundo, y eso que ser amigo de esta a veces era peligroso de narices —mete baza Jorge.

—¡Eso no es verdad!

—Venga ya, Mal. Eras un demonio. No sabías estar tres días seguidos sin meternos en alguna.

—Pues no te oía quejarte.

—Porque me lo pasaba de coña. Eras más divertida que cualquiera de mis otros amigos.

—Y además estabas loco por mí.

—Me parece recordar que era al revés.

—No te flipes. Desde aquel primer beso babeabas descaradamente detrás de mi culito.

—¡¡Tendrás morro!! Pero si fuiste tú la que se aprovechó de mí en la fiesta aquella, jugando a los siete minutos en el paraíso.

—Uy, sí, pobrecito. Lloraste un montón por eso.

—Me la casqué un montón por eso.

—¡Jorge!

—Perdón, Sara. Es que…

Parece avergonzado de verdad y a mí me da la risa viendo a estos dos. Es como si creasen un mundo propio cuando se ponen a hablar.

—Tranquilo. Ya veo que hay mucho que compartir. Debió de ser increíble enamorarte de tu mejor amiga.

—Bueno… sí y no.

—No siempre fue todo fácil —me aclara Malena con un hilo de voz y la cabeza algo gacha.

—Aunque siempre fue de verdad.

—Porque siempre fuimos nosotros.

Se miran con tanto cariño que me obligo a apartar un momento la vista. Es como si estuviese interrumpiendo un momento que debería ser solo de ellos.

—Pero, entonces, ¿qué pasó? Porque cuando estuve haciendo terapia con Marc, Jorge había desaparecido hacía tiempo.

—Pasó que nos equivocamos mucho. Los dos. Que, en vez de luchar juntos, terminamos por alejarnos. Y pasó la vida, que fue menos vida sin ella. —La confesión de Jorge dibuja una sonrisa triste en Malena, una que diferencio mejor como esas que Marc me decía tantas veces que estaba harto de ver en su hermana.

Jorge le sostiene la mano y ella se la envuelve con cariño, dejando caer un poco la cabeza hasta apoyarla en su hombro.

—Suena triste —les digo.

—Porque lo fue. No todo en este cuento es bonito. No siempre hubo motivos para reír. A veces, el monstruo ganó. —Hay un dolor muy real en la voz de Malena, uno que me hace pensar en días grises y ojos húmedos—. Pero supongo que saber ponerte de pie de nuevo cuando algo te derriba también es aprender a vivir.

Jorge se inclina para dejar un beso en su sien antes de tomar la palabra.

—Sara, puede que para que entiendas todo bien debamos empezar por el principio. Verás, mi hermano me llevó una tarde de 1998 al parque para conocer a su nuevo mejor amigo y a su hermana pequeña, una renacuaja que tenía sonrisa de ratón y la valentía por bandera…

Me recuesto un poco en mi asiento para relajarme. Creo que esta historia merece escucharse con calma.





***





Jorge

1998



Tiene sonrisa de ratón.

Mis padres llevan toda la tarde discutiendo. Ni siquiera sé por qué es esta vez. Bueno, supongo que por dinero, como siempre.

A veces tengo la sensación de que los adultos se creen que los niños somos idiotas. Y sordos. Que no nos enteramos de nada, que no escuchamos los gritos porque haya de por medio una puerta cerrada.

Las cerraduras no evitan que las voces de papá y los llantos de mamá retumben en el silencio de mi habitación cada vez que me meto en la cama y ellos comienzan a pelearse por el precio de nuestros libros, o por el gasto extra que ha supuesto tener que cambiar la lavadora este mes, incluso por lo caro que es vestirnos a Teo y a mí.

Mi hermano dice que no somos pobres, aunque yo creo que me miente. No se lo tengo en cuenta, porque sé que solo lo hace por protegerme. Como siempre.

Teo siempre me protege. Siempre me cuida. Siempre está para mí.

Por eso esta tarde, cuando el llanto de mi madre ha sustituido a las discusiones subidas de tono, él me ha cogido de la mano y me ha sacado de nuestro piso sin decirme nada más.

Vamos al parque que hay detrás de la casa de Marc. Teo no tiene muchos amigos, así que cuando hace unos meses entró en mi cuarto para hablarme de ese chico, me sentí increíblemente feliz por él. Yo solo lo he visto en un par de ocasiones y me aburre un poco estar con los dos juntos, porque hablan de cosas que a mí no me interesan, como cómics, chicas por las que suspira Teo, películas de ciencia ficción, o chicos por los que anda colado Marc.

A mí todo eso me parece un poco asqueroso. He visto cómo se besan las parejas en muchas series, y no le veo la gracia a pegar tu cara a la de otra persona y mover la boca como si comieras gusanos. Cada vez que se lo digo a Teo se ríe de mí y me dice que aún me queda mucho por crecer. A mí me parece que estoy bien como estoy.

No me cuesta distinguir a Marc cuando llegamos a la explanada del centro de aquel espacio rodeado de verde. Es alto y tiene las espaldas más anchas que Teo, sin embargo, mi hermano es mucho más guay que él.

No nos mira. Está demasiado pendiente de una niña que va sentada sobre un monopatín y que en estos momentos baja a toda velocidad por una pequeña rampa que va a dar a un estanque.

—¡Frena! ¡Frena, coño, que te vas a matar!

Los gritos de Marc pierden fuerza, a pesar del taco y todo, porque las risas de loca de esa kamikaze suenan tan fuertes que amortiguan en parte la mala leche que desprende el otro, que ya ha optado por echar a correr como un poseso detrás de ella.

—No va a llegar —dejo caer en voz alta a nadie en concreto, aunque Teo me responde igualmente.

—No. Y hoy se irá a casa jurando que no va a volver a dejar su tabla a su hermana por nada del mundo. Y mañana se la dará sin rechistar en cuanto ella le ponga carita de pena porque no sabe decirle que no a esa renacuaja.

—¿Juegan a menudo a eso?

—Yo no diría que es un juego, y no es que haya sido testigo de muchas de estas —me aclara mientras señala hacia la escena un tanto dantesca que tiene pinta de acabar peor que mal—. Es la primera vez que los veo en acción a los dos juntos, pero Marc me habla tanto de ella que te juro que es como si ya la conociese. Esa cría no sabe estarse quieta.

Definitivamente, nos podríamos llevar bien. No tengo demasiadas amigas chicas, aunque todo es probar.

Teo y yo nos detenemos a unos pocos pasos de esa pequeña laguna, lo bastante cerca para ser espectadores de primera línea del vuelo perfecto que realiza la niña cuando el patinete deja de tocar tierra firme al encontrar una piedra en mitad de su trayectoria.

A mi hermano se le escapa un «hostias» que a mí me hace reír, pero me trago la risa y salgo escopetado detrás de él cuando la larguísima melena oscura de la chica se sumerge por completo en el agua.

Al llegar a la altura de Marc, este ya está hundido en el estanque hasta las rodillas. Su cara de pánico demuestra mucha más preocupación de la que a mí me parece que requiere la situación. A ver, que su hermana ha caído en blandito y encima ha sido la leche de valiente. Ninguno de mis amigos se habría tirado a esa velocidad por una cuesta como esa, menos aún sin dejar de reírse.

Me digo a mí mismo que tengo razón cuando una especie de monstruo del pantano resurge de entre el barrizal que se ha formado a nuestros pies gracias al movimiento de las pisadas desaforadas de Marc.

Lleva el vestido empapado y sucio, el puño levantado en alto en señal de victoria y todo el pelo desordenado tapándole la cara. Cuando Marc se acerca a ella y se lo retira a un lado veo que no puede evitar que los labios se le curven hacia arriba a pesar de la regañina que se ha ganado.

Se le ven los dientes, y me doy cuenta de que tiene los paletos un poquito más grandes de lo normal y algo montados sobre los incisivos laterales. La nariz se le arruga con ese gesto, haciendo que su cara adquiera un gesto gracioso.

Y ese es el primer recuerdo que mantendré de ella.

Tiene sonrisa de ratón. Y es muy bonita.

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