Elsa García presenta... Eres lluvia aun sin saberlo

jueves, 30 de enero de 2020












Hola! Tengo sentimientos muy encontrados con la presentación de hoy porque tenía muchísimas ganas de que llegara Malena y conocer su historia pero a la vez, eso significaba que terminaría una serie con unos personajes reales, con unas vidas pasadas tan difíciles que era imposible no cogerles cariño y que pasaran a formar parte de eseo libros especiales que siempre recomiendas.

Elsa nos regala una escena con Malena y Jorge y el recuerdo de este último sobre la primera vez que vio a la chica que supondría para él un punto de inflexión en su vida, aunque a su corta edad no podía pensar más allá de los juegos.

En unos días llega la tercera y última parte de la serie Somos agua, pero de momento, esta pareja quiere compartir algunos detalles sobre su historia...



Los veo llegar antes de que ellos me distingan. Ella va un paso por delante, como guiando, decidida, incluso aunque no sepa muy bien de qué va esto. Él… él la sigue y la agarra de la mano, con los labios curvados hacia arriba.

Me pongo de pie para que me vean saludarles y una sonrisa se extiende por la cara de ella. Me parece más sincera de lo que Marc me había comentado. Puede que al fin haya recordado cómo sonreír de verdad.

—Hola —saluda con tiento—. ¿Eres Sara?

—La misma. Tú debes de ser Malena, te reconozco de las fotos que me ha enseñado tu hermano durante las sesiones de terapia que tuvimos juntos.

—Sí, encantada. Él es Jorge.

—De mí estoy seguro de que Marc no te enseñó ninguna foto, ¿eh? —bromea el aludido, aunque detecto una pizca de pena en su voz.

—No, pero sí que he oído hablar de ti. Y muy bien.

—Ah, ¿sí? —Ahí está, la ilusión por ser parte de esa familia que Marc me describió ya hace tiempo.

—Claro. Pero sentaros, por favor.

Llamo al camarero para que ellos puedan pedir algo de beber mientras yo le doy un sorbo a mi tinto de verano.

—Eeeh, claro. Bueno, y… ¿cómo va esto? —Me hace gracia lo expresiva que es Malena. Trata de parecer segura, pero se la notan los nervios a kilómetros—. Es que Gabi solo nos dijo que viniésemos, que eras muy maja y que nos lo íbamos a pasar bien.

—Pues podéis contarme lo que queráis. Solo quiero conoceros un poco mejor. Sé que os conocéis desde niños, ¿no?

—Sí. Desde que yo tenía siete y él ocho.

—Vamos, desde un poco más que siempre. Éramos los mejores amigos del mundo, y eso que ser amigo de esta a veces era peligroso de narices —mete baza Jorge.

—¡Eso no es verdad!

—Venga ya, Mal. Eras un demonio. No sabías estar tres días seguidos sin meternos en alguna.

—Pues no te oía quejarte.

—Porque me lo pasaba de coña. Eras más divertida que cualquiera de mis otros amigos.

—Y además estabas loco por mí.

—Me parece recordar que era al revés.

—No te flipes. Desde aquel primer beso babeabas descaradamente detrás de mi culito.

—¡¡Tendrás morro!! Pero si fuiste tú la que se aprovechó de mí en la fiesta aquella, jugando a los siete minutos en el paraíso.

—Uy, sí, pobrecito. Lloraste un montón por eso.

—Me la casqué un montón por eso.

—¡Jorge!

—Perdón, Sara. Es que…

Parece avergonzado de verdad y a mí me da la risa viendo a estos dos. Es como si creasen un mundo propio cuando se ponen a hablar.

—Tranquilo. Ya veo que hay mucho que compartir. Debió de ser increíble enamorarte de tu mejor amiga.

—Bueno… sí y no.

—No siempre fue todo fácil —me aclara Malena con un hilo de voz y la cabeza algo gacha.

—Aunque siempre fue de verdad.

—Porque siempre fuimos nosotros.

Se miran con tanto cariño que me obligo a apartar un momento la vista. Es como si estuviese interrumpiendo un momento que debería ser solo de ellos.

—Pero, entonces, ¿qué pasó? Porque cuando estuve haciendo terapia con Marc, Jorge había desaparecido hacía tiempo.

—Pasó que nos equivocamos mucho. Los dos. Que, en vez de luchar juntos, terminamos por alejarnos. Y pasó la vida, que fue menos vida sin ella. —La confesión de Jorge dibuja una sonrisa triste en Malena, una que diferencio mejor como esas que Marc me decía tantas veces que estaba harto de ver en su hermana.

Jorge le sostiene la mano y ella se la envuelve con cariño, dejando caer un poco la cabeza hasta apoyarla en su hombro.

—Suena triste —les digo.

—Porque lo fue. No todo en este cuento es bonito. No siempre hubo motivos para reír. A veces, el monstruo ganó. —Hay un dolor muy real en la voz de Malena, uno que me hace pensar en días grises y ojos húmedos—. Pero supongo que saber ponerte de pie de nuevo cuando algo te derriba también es aprender a vivir.

Jorge se inclina para dejar un beso en su sien antes de tomar la palabra.

—Sara, puede que para que entiendas todo bien debamos empezar por el principio. Verás, mi hermano me llevó una tarde de 1998 al parque para conocer a su nuevo mejor amigo y a su hermana pequeña, una renacuaja que tenía sonrisa de ratón y la valentía por bandera…

Me recuesto un poco en mi asiento para relajarme. Creo que esta historia merece escucharse con calma.





***





Jorge

1998



Tiene sonrisa de ratón.

Mis padres llevan toda la tarde discutiendo. Ni siquiera sé por qué es esta vez. Bueno, supongo que por dinero, como siempre.

A veces tengo la sensación de que los adultos se creen que los niños somos idiotas. Y sordos. Que no nos enteramos de nada, que no escuchamos los gritos porque haya de por medio una puerta cerrada.

Las cerraduras no evitan que las voces de papá y los llantos de mamá retumben en el silencio de mi habitación cada vez que me meto en la cama y ellos comienzan a pelearse por el precio de nuestros libros, o por el gasto extra que ha supuesto tener que cambiar la lavadora este mes, incluso por lo caro que es vestirnos a Teo y a mí.

Mi hermano dice que no somos pobres, aunque yo creo que me miente. No se lo tengo en cuenta, porque sé que solo lo hace por protegerme. Como siempre.

Teo siempre me protege. Siempre me cuida. Siempre está para mí.

Por eso esta tarde, cuando el llanto de mi madre ha sustituido a las discusiones subidas de tono, él me ha cogido de la mano y me ha sacado de nuestro piso sin decirme nada más.

Vamos al parque que hay detrás de la casa de Marc. Teo no tiene muchos amigos, así que cuando hace unos meses entró en mi cuarto para hablarme de ese chico, me sentí increíblemente feliz por él. Yo solo lo he visto en un par de ocasiones y me aburre un poco estar con los dos juntos, porque hablan de cosas que a mí no me interesan, como cómics, chicas por las que suspira Teo, películas de ciencia ficción, o chicos por los que anda colado Marc.

A mí todo eso me parece un poco asqueroso. He visto cómo se besan las parejas en muchas series, y no le veo la gracia a pegar tu cara a la de otra persona y mover la boca como si comieras gusanos. Cada vez que se lo digo a Teo se ríe de mí y me dice que aún me queda mucho por crecer. A mí me parece que estoy bien como estoy.

No me cuesta distinguir a Marc cuando llegamos a la explanada del centro de aquel espacio rodeado de verde. Es alto y tiene las espaldas más anchas que Teo, sin embargo, mi hermano es mucho más guay que él.

No nos mira. Está demasiado pendiente de una niña que va sentada sobre un monopatín y que en estos momentos baja a toda velocidad por una pequeña rampa que va a dar a un estanque.

—¡Frena! ¡Frena, coño, que te vas a matar!

Los gritos de Marc pierden fuerza, a pesar del taco y todo, porque las risas de loca de esa kamikaze suenan tan fuertes que amortiguan en parte la mala leche que desprende el otro, que ya ha optado por echar a correr como un poseso detrás de ella.

—No va a llegar —dejo caer en voz alta a nadie en concreto, aunque Teo me responde igualmente.

—No. Y hoy se irá a casa jurando que no va a volver a dejar su tabla a su hermana por nada del mundo. Y mañana se la dará sin rechistar en cuanto ella le ponga carita de pena porque no sabe decirle que no a esa renacuaja.

—¿Juegan a menudo a eso?

—Yo no diría que es un juego, y no es que haya sido testigo de muchas de estas —me aclara mientras señala hacia la escena un tanto dantesca que tiene pinta de acabar peor que mal—. Es la primera vez que los veo en acción a los dos juntos, pero Marc me habla tanto de ella que te juro que es como si ya la conociese. Esa cría no sabe estarse quieta.

Definitivamente, nos podríamos llevar bien. No tengo demasiadas amigas chicas, aunque todo es probar.

Teo y yo nos detenemos a unos pocos pasos de esa pequeña laguna, lo bastante cerca para ser espectadores de primera línea del vuelo perfecto que realiza la niña cuando el patinete deja de tocar tierra firme al encontrar una piedra en mitad de su trayectoria.

A mi hermano se le escapa un «hostias» que a mí me hace reír, pero me trago la risa y salgo escopetado detrás de él cuando la larguísima melena oscura de la chica se sumerge por completo en el agua.

Al llegar a la altura de Marc, este ya está hundido en el estanque hasta las rodillas. Su cara de pánico demuestra mucha más preocupación de la que a mí me parece que requiere la situación. A ver, que su hermana ha caído en blandito y encima ha sido la leche de valiente. Ninguno de mis amigos se habría tirado a esa velocidad por una cuesta como esa, menos aún sin dejar de reírse.

Me digo a mí mismo que tengo razón cuando una especie de monstruo del pantano resurge de entre el barrizal que se ha formado a nuestros pies gracias al movimiento de las pisadas desaforadas de Marc.

Lleva el vestido empapado y sucio, el puño levantado en alto en señal de victoria y todo el pelo desordenado tapándole la cara. Cuando Marc se acerca a ella y se lo retira a un lado veo que no puede evitar que los labios se le curven hacia arriba a pesar de la regañina que se ha ganado.

Se le ven los dientes, y me doy cuenta de que tiene los paletos un poquito más grandes de lo normal y algo montados sobre los incisivos laterales. La nariz se le arruga con ese gesto, haciendo que su cara adquiera un gesto gracioso.

Y ese es el primer recuerdo que mantendré de ella.

Tiene sonrisa de ratón. Y es muy bonita.

¿Qué os ha parecido? Habíais leído a la autora? Contadme!

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